Agrupación para la difusión de la obra del poeta, del barrio de Floresta, Don Enrique Dizeo y la de los poetas actuales.
Es premisa, de la Agrupación Enrique Dizeo, fomentar la poesía en los jóvenes y sembrar la semilla de la escritura para que en Argentina vuelvan a aparecer los grandes hombres de las letras que supimos tener.
Blog dedicado a la memoria de Don Luis Trucco

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Hace 106 años nacía Tito Cabano.

 

Letrista, compositor, cantor, escenógrafo y actor


Hablar de Tito Cabano es traspasar un límite existencial, el que separa la vida común de los mortales —los que viven en las ciudades, transitan sus calles y trabajan en oficios u oficinas—, de la vida de aquellos que habitan el parnaso singular de los bohemios, de los artistas surgidos con los duendes de la noche en estaños y cafetines, entre pungas, prostitutas, curdas y cantores.


Él era uno de esos personajes y ¡vaya si estaba rodeado de duendes y musas! Según Federico Silva era el prototipo del bohemio «¡Hasta la pinta lo delataba!».


Las personas que lo conocieron son coincidentes en su descripción. Flaco, alto y un poco desgarbado, con su gorra con visera y su manera de relacionarse, siempre amena, participaba en las charlas, especialmente relacionadas al tango, o se recluía al fondo del bar a escribir versos en las servilletas. Alguna vez confesó, que gran parte de su obra la escribió en los diversos cafés que frecuentaba.


Nació en Montevideo, República Oriental del Uruguay, en el pintoresco barrio Guruyú de la Ciudad Vieja. Incansable consumidor de cafés y cortados, fue un fumador impenitente pero con la peculiaridad de no beber alcohol, aunque no era abstemio.


Si bien el tango, fue el motivo de mayor inspiración para sus versos, tenía otras pasiones, entre ellas, el carnaval y todo su contexto creativo. Participó en murgas y fue un seguidor del mítico Coro de la Aduana, que era el nombre de un grupo que se armaba para esas fechas y que competía con otras formaciones, como el caso de Las Ninfas de las Bóvedas (murga femenina) o Nos Obligan a Salir, verdaderos íconos carnavaleros del barrio de la Aduana.


Realizó, además, escenografías y escribió guiones para los espectáculos callejeros de Los Saltimbanquis, Los Crema y Los Chevaliers, otras históricas agrupaciones del carnaval de Montevideo.


Su obra más difundida y, sin duda, la más importante como autor, es el tango “Un boliche”, del cual hay dos versiones de antología, la de Aníbal Troilo con Roberto Goyeneche (1958) y la de Ángel Vargas con su orquesta, dirigida por Luis Stazo (1959). El cantor Carlos Acuña, que compuso la música, lo grabó en 1958, con el conjunto de Oldimar Cáceres y en 1983, con acompañamiento de guitarras. De esa época, es también, el muy buen registro de Josefina para el sello CBS Columbia.


La letra de Cabano es una pintura costumbrista de increíble realismo adornado con bellas metáforas, que comienza:


Un boliche como tantos,

una mesa como hay muchas,

un borracho que serrucha

su sueño de copetín.


El tema ofrece una descripción del café muy emotiva, pero el final de la segunda parte, es de una ternura conmovedora, narrada casi, como un guión cinematográfico:


Y así,

entre naipes, curda y canto

de esta escena cotidiana,

se oye la voz de una nena:

¡Papá, vamos que mamá te llama!...


El periodista y gran comunicador del diario La República y de diversas radios de Montevideo, Luis Grene —fallecido en enero de 2011 a los 93 años—, hizo una muy rica narración de la personalidad del poeta en la cual, al mismo tiempo, lo va transportando y ubicando, como por un túnel invisible, por cada uno de los lugares habituales de su recorrido nocturno:


«Su sensibilidad para retratar, en pocos versos, el alma de los barrios y sus vecinos, le nacía espontáneamente. De golpe, se apartaba de todos y, acomodándose su gorrita de visera, lo veíamos solitario en una mesita del fondo del bar. Fue una constante presencia en el bar y almacén El Hacha, también en el Libertad, de la Plaza Cagancha.


«Meta escribir servilletas y papelitos. Podía estar en el antiguo Caballero, el de las interminables madrugadas con gente de ambiente. O, muy cerquita, en el viejo Vaccaro, siempre con personas vinculadas al ritmo canyengue. Si la cosa pintaba temprano en la noche, allí estaba Tito Cabano con el amigazo Miguel Ángel Manzi, en la cantina de don Roque Santucci, por José L. Terra y Blandengues».


En otra de sus crónicas, Grene continúa con la historia, profundizando el perfil del poeta.


«Sus pasos lo llevaron a conocer íntimamente la Aduana y en toda la zona de El Bajo fue muy respetado. Por el Mercado del Puerto, lo veíamos en el pequeño bar de Carlitos, donde era el único que tomaba un cafecito mientras los demás le daban a la cerveza de barril y a los tradicionales chorizos al vino blanco.


«Cuando entraba en el boliche El Globo de Yacaré y la rambla, los bagayeros y los estibadores decían: “¡Salú Tito!” y se sentaba solo en una mesa del fondo a escribir sus poemas.


«Trabajó de mozo en el antiquísimo cafetín de Ibicuy y Durazno. Cuenta la leyenda que fue en ese sitio donde se inspiró para hacer la letra de su tango más famoso, titulado “Un boliche”.


«Las pocas veces que se lo veía de día, lo encontraban en la esquina de Sierra y Miguelete, principalmente los domingos después de la feria de Tristán Narvaja.


«También tuvo una barra de amigos en un bar de Sierra y Paysandú donde se encontraba con el carnavalero Chiquito Roselló, que vivía en el conventillo más famoso del Cordón.


«Ya siendo más veterano se volvió muy callado y continuó con su nocturna bohemia pero como una persona introvertida. Lo que nunca cambió fue su calidez para la camaradería de los estaños y las mesas donde hizo un culto de la amistad.


«Como un ser romántico y melancólico comenzó a frecuentar muy seguido el barrio Goes. Ahí lo esperaba El Gordo Alonso en su pintoresco almacén y bar de General Flores y Vilardebó. Sentado en una mesita y rodeado de bolsas de alpiste y maíz, el Tito tomaba un cortado y escribía bellos versos.


«Los taximetristas de las madrugadas del bar El Faro sabían que ese flaco de gorrita era el conocido Tito Cabano. No les extrañaba cuando los artistas que actuaban en la cercana parrillada Sud América lo saludaban con gran afecto.»


Después de esta excelente narración que nos muestra de cuerpo entero la personalidad de Tito Cabano ¿qué más podemos agregar? Solamente una breve mención de sus obras más conocidas.


Como autor, además de “Un boliche”: “Cada día canta más”, con música de Alberto Castillo (con el seudónimo Riobal), llevado al disco por su compositor con su propia orquesta dirigida por Ángel Condercuri (1960). Como autor y compositor: “De recalada”, grabado por el Trío Oldimar Cáceres con la voz de Ramón Rivadavia; “Mi Peñarol”, registro de Eduardo Falcón acompañado por la orquesta de Edelmiro D'Amario y “Cuarto cualquiera”, del que no tengo grabaciones. Como compositor: la bella página “En la madrugada”, con letra de Federico Silva, que tiene varias versiones, entre ellas, la más difundida es la de Julio Sosa con la orquesta de Leopoldo Federico (1961), también, la de Juan D'Arienzo con Horacio Palma (1961) y la de Inés Miguens —Galleta— con orquesta, y “Los rascas”, con letra de Luis Caruso, grabado por Alberto Castillo con su orquesta dirigida por Condercuri (1960).


Asimismo, están registradas en AGADU (Asociación General de Autores de Urugay), como autor y compositor: “Pincelada del puerto”, “Por qué tendré este corazón”, “Quién sino su amor”, “Ven a bailar”, “Después del amor”, “Concierto de tamboriles”, “Despertar”, “Misiadura”; en el mismo carácter pero en colaboración en la música con Oldimar Cáceres “Despertar”; con Ever Escobar en “Donde está tu ayer”; con Carlos Benvenuto en “Gotán”; en colaboración en letra y música, con Carlos Morín en “Pensamiento”; con Adamar Ottonello en “Engranado”; con Roberto García en “Esta vuelta me paro”; sólo como autor: “Esta noche es para tangos” con música de Edgardo Pedroza; “Acalla tu voz”, con música de Edelmiro D'Amario, entre otras.


Un auténtico poeta con todas las letras, Tito Cabano no tiene el reconocimiento que merece y hoy, recordando mis paseos por la Ciudad Vieja —allá a principios de los años 70—, buscando un refugio donde escuchar tangos —ya que en la Argentina el género estaba casi ausente—, me vino al recuerdo este creador tan humilde como talentoso.


Nació el 4 diciembre 1918 y partió a la vida real el 22 de abril de 1988.

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